martes, 16 de junio de 2009

Cuando tenemos una estrella brillante guiándonos, una estrella alrededor de la cual giramos sin descanso, no vemos el resto de estrellas, ya que la nuestra nos ciega con su resplandor...cuando nuestra estrella estalla, su brillo es aún más intenso, sólo queremos ésa estrella, ésa hipnótica supernova...el problema es, que cuando el brillo se desvanece, da paso a un agujero negro tan profundo que no podemos escapar de él, ciegos y desorientados caemos en un infinito mar de dudas e inseguridades que nos muestran lo peor de nosotros mismos y nos incitan a no mirar hacia delante, haciendo que nos recreemos en el recuerdo de una estrella que ahora es sólo un vacío en nuestro cielo, el recuerdo de un brillo que eclipsaba a todos los demás, un brillo que aún nos ciega y quema los ojos...estaremos perdidos en la infinita negrura buscando una estrella hace ya tiempo extinta sin darnos cuenta del resto de brillos de nuestro alrededor, brillos que van cobrando intensidad sin darnos cuenta siquiera, haciendo jirones las oscuras paredes de nuestra prisión...y entonces, sin previo aviso, quedaremos eclipsados por una estrella que nos será extraña y nunca antes vislumbrada, una estrella a la que quizá nos acerquemos con miedo, una estrella que quizás no es la adecuada, o quizás si, una estrella que quizá no sea siquiera una estrella sino un simple cometa o una luna de un planeta verdiazul, un cuerpo celeste del que seremos satélite hasta que, quizás, estalle de nuevo...

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