martes, 1 de noviembre de 2011

Oye, mar.

Respiras profundo, hondo, sin fondo, como ese pozo que se abre ante ti, como ese pozo que es el mundo para ti. Las horas pasan, los minutos corren, los segundos vuelan; y lo sabes, no por el tic-tac del reloj, no por el movimiento del Sol, sino porque se acerca, se acerca el momento. Tu mayor actuación, ante el más exigente público que jamás haya existido.

Violín en mano te encaramas a la baranda de babor, dejas que tus manos hagan su magia, regalas notas al viento húmedo mientras los truenos resuenan entre oscuros nubarrones. Haces tuyo el vaivén del barco y el rugido de las olas, los graznidos de las gaviotas y la percusión de los truenos. Vivo tú, viva tu música, viva pero...

...indigna, tal como lo eres tú.

Sonríes, resbalas.

Adiós.