martes, 12 de abril de 2011

conejo blanco, verde esperanza

Abrumado por la retórica y la ironía de su pregunta no hago más que arrugar la nariz y contemplarle absorto, sabiendo la batalla perdida, sabiendo mi mundo lejano. Mi mundo de pastas y sueños, de té y sombrereros, mi mundo de cuento. Mundo roto, dormido, invadido, anhelante de tiempo, tiempo parado, tiempo robado.

Un golpeteo contra el cristal y el imberbe del chaleco verde repite aquella insultante pregunta, antes de marcharse contrariado ante mi falta de reacción. Qué podría yo decir, qué podría yo hacer. Yo, que he quedado reducido a un tic nasal nervioso, jabón con olor a fresa y largas orejas caídas.


¿Te gusta este reloj? Era un reloj de bolsillo que no cabía en mi mano, un reloj de los de antaño, un reloj que movía un mundo, mi reloj. Cómo no iba a gustarme la razón de mi existir, aunque también la razón del secuestro.

Abatido, agacho la cabeza, a mi alrededor no veo más que pienso, periódicos y bullicio, pero invisible, sonriente, está él. Respiro tranquilo, dispuesto a esperar, dispuesto a luchar. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, Chesire está a mi lado, y tiene los ojos verdes.

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