lunes, 5 de octubre de 2009

Nunca un te quiero dolió tanto como salido de tus labios, labios de fuego, miel, lluvia, hiel.


Labios traidores que nunca dijeron verdad alguna, quizás ni ahora la digan, o quizás la dijeron, o quizás la digan.


Miro tus ojos de cielo y solo veo hielo. Pero soy yo, quien como el hielo en verano, se resquebraja de arriba a abajo al recibir el impacto de esa mirada, como mil cuchillos desgarrando mi piel y mis entrañas.


Veo mi miedo reflejado en esos ojos pero también tu miedo. Miedo cobarde, reptante y silencioso, miedo que se esconde tras muros de irracional orgullo.


Sólo dices aquello que quiero oír y agachas la cabeza cual perro si ver que no es eso lo que quiero, sin ver que es eso lo que nos ha llevado a estar como estamos, ciego.


Ciego de amor, ciego de ira, incertidumbre. Ya no callas, ni te agachas, al contrario, te agrandas y las palabras salen desbocadas de entre tus labios.



Y lloro por lo que fue y pudo haber sido, por lo que podría estar siendo. Y tu me ves y callas de nuevo, mi vida se detiene en un limbo entre vida y muerte, entre estar contigo y sin ti. Quiero que sigas y no lo haces, me mantienes en tensión como un gato jugando con su desafortunado almuerzo.


Y grito. No pares ahora que has empezado. Mátame o sáname pero no me dejes así, expuesta a un mundo ilógico y dañino, sin el amparo de tu sonrisa. Sonrisa que ahora añoro, al igual que añoo los tiempos pasados, no hablo de años sino de simples minutos. ¿Cómo hemos llegado a esto?


No es respeto no decir lo que se piensa, eso es cobardía. Sí, cobardía, eso que un ''hombre'' como tú dice no sentir, aunque por no sentir no sientes nada. Qué pensarían de ti los machos con los que te juntas si dijeras un te quiero, sería algo imperdonable. ¿No?


Quizás sólo tengas miedo, miedo a querer, miedo a ser vulnerable. Todos tenemos miedo pero merece la pena arriesgar, digan lo que digan, piensen lo que piensen, es algo que se dice siempre pero, ¡joder!, qué cierto es.


Los días pasan sin ti y he dejado de ser aquello que era para se otra cosa, extraña, fría e invulnerable, alguien que no soy yo, alguien que deja de serlo cuando vuelves a mis pensamientos, entonces vuelvo a ser yo y creo que todo fue un sueño, pesadilla más bien, y sonrío y lloro, lloro al darme cuenta de que no fue un sueño sino la vida real, pero ¿acaso no es la vida un sueño?


Un sueño hermoso, esperanzador, estremecedor y horrendo, un sueño de sueños del que tú has sido, realmente, una pequeña parte. Así que no dejaré de soñar sueños nuevos, arriesgando una y otra vez, pues la vida es un arriesga y gana, un arriesga y pierde, pero arriesga, porque si no ganas no pierdes y si no pierdes no ganas.

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